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UN PAIS EN SERIO

Irán a la cárcel

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. | Cedoc Perfil
—Estás al horno –dice Carla mientras entra en mi oficina, sin saludar ni sacar la vista de su iPad.
—Hola –digo y me quedo en silencio. No obtengo respuesta. Sigo–. Sí, ya sé, estoy al horno. No sé qué poner en mi columna. A veces no sé qué poner porque no pasa nada. Y otras veces, como ahora, pasa de todo y no sé por dónde empezar.
—Ah, ¿eso? No, yo te hablaba de otra cosa. ¿Vas a ir preso?
—¿Preso? –me asusto–. ¿De qué hablás?
—De esto –dice, y me alcanza un sobre–. Es una citación de Bonadio. Y sí, tiene razón, podés ir preso.
—¡No me jodas! –digo algo enojado, tratando de restarle importancia a lo que dice Carla, aunque algo preocupado, para qué negarlo.
—No te jodo.
—A ver –trato de calmarme–. ¿Y de qué se me acusa?
—De complicidad con el terrorismo y traición a la patria.
—No digas pavadas…
—Tienen pruebas –insiste Carla–. El video que tiene Bonadio no deja lugar a dudas.
—¿Qué video tiene Bonadio? ¡No entiendo nada!
—Uno tuyo durante el Mundial de Brasil que muestra claramente cuál es tu conexión con Irán.
—¿Y qué estoy haciendo en ese video?
—El problema no es lo que estás haciendo, sino lo que no estás haciendo.
—Explicame porque no entiendo.
—En el video se ve claramente que estás mirando un partido de la Selección, y que no gritaste el gol de Messi contra Irán.
—¿Cómo que no lo grité? –me enojo.
—No, no lo gritaste –dice Carla y reproduce el video en su iPad.
—Es que estaba muy nervioso y…
—No jodas –interrumpe Carla–. Ese gol fue en el minuto 90, Irán nos estaba sacando un punto increíble, y el gol de Messi fue mágico. Sólo un agente encubierto iraní puede no haber gritado ese gol.
—¡Estaba enojado porque Messi no cantaba el himno! –grito–. ¡Si es por traición a la patria, deberían meter preso a Messi!
—Eso vas a tener que explicárselo a Bonadio –afirma Carla–. Aunque por cómo están las cosas, seguro que te hace caso y Messi termina preso. Con el asunto del Memorándum van a terminar presos todos.
—¿Todos?
—Bueno, salvo los pobres e inocentes diputados que votaron el acuerdo en el Congreso de la Nación pero que en el fondo no tuvieron nada que ver con ese acuerdo.
—Me parece un poco injusto todo esto –me quejo.
—¿Qué cosa? –pregunta Carla–. ¿La política?
—La situación –corrijo.
—O sea, la política –insiste Carla–. Y no, la política no es justa ni injusta. Sólo es. Y hay que reconocer que hay cosas divertidas.
—¿Cuáles?    
—Ponele, ver al kirchnerismo hablar de república es como ver a Duran Barba hablar del proyecto nacional y popular.
—¿Vos decís que están bien estas detenciones?
—Para nada, son un mamarracho jurídico, un bochorno. Tan dignos de la república como Milani o Berni como representantes del proyecto nacional y popular.
—¿Y D’Elía? ¿Y Esteche?
—Me preocupa –admite Carla.
—¿Qué es lo que te preocupa?
—La venganza que puede desencadenar esto si se sigue agrandando la grieta y el kirchnerismo vuelve a ser una fuerza importante.
—No entiendo.
—Si vuelve el kirchnerismo, buscará venganza metiendo preso a alguien que tenga la misma relevancia política que D’Elía o Esteche –explica Carla–. Y no me parece justo que el Mago Sin Dientes termine preso.
—Me pregunto si todo esto será realmente tan importante…
—¡Por supuesto! –exclama Carla–. Es fundamental que la gente deje de ocuparse de temas menores como la precarización laboral o la reforma previsional.
—No sé si los llamaría “temas menores”, ¿eh?
—Por supuesto que sí –me interrumpe Carla–. Después de todo, ¿a quién le importa si te jubilás a los 70, a los 80 o a los 105 años? O si no tenés derecho a indemnización, cuando es la república lo que está en juego, o si matan a Rafael Nahuel durante una represión.
—¿No fue un enfrentamiento? –pregunto.
—Digamos que un enfrentamiento entre un arma de fuego y una espalda.
—Lo que no entiendo es por quién estaría siendo amenazada la república –admito.
—Está claro por quiénes. Por un lado, D’Elía y Esteche. Por el otro, la RAM y la ofensiva mapuche con sus piedras y sus lanzas.
—No parecen ser enemigos muy peligrosos…
—Vos porque sos un negacionista –se enoja Carla–. Los enemigos de la república nos tienen rodeados y vos hacés como si no existieran. Aunque es probable que tengas un poco de razón…
—¡Ah, viste, me das la razón! ¿Y en qué tendría razón yo?
—En que es probable que la RAM no sea un enemigo demasiado poderoso –explica Carla–. Y por eso el Gobierno tuvo que resucitar al kirchnerismo.
—Tampoco es que el kirchnerismo está en su mejor momento…
—Por eso, imaginate lo insignificante que será la RAM que, al lado de ellos, hasta el kirchnerismo parece una fuerza pujante.
—Tampoco desestimes la fuerza del kirchnerismo –comento–. Tené en cuenta que fueron la segunda fuerza en la provincia de Buenos Aires.
—Tenés razón, no hay que desestimarlos –admite Carla–. Fueron segunda fuerza en la provincia de Buenos Aires y en este momento son la primera fuerza en la cárcel de Ezeiza. No es poco.
—Hoy por hoy, son la fuerza de oposición más numerosa. Y Cristina es la dirigente opositora con mayor cantidad de votos.
—No estoy de acuerdo –dice Carla.
—¿Cómo que no? –me sorprendo–. ¿Y quién conduce hoy por hoy a la oposición?
—Elisa Carrió.
Me río un buen rato mientras Carla sigue con la vista clavada en su iPad, leyendo una columna en el New York Times sobre por qué la moda de poner los menúes de los restaurantes cool de todo el mundo en pizarrones disparó al hasta entonces alicaído mercado de las tizas.
 —¡No jodas! –exclamo, aún entre risas.
—No jodo –dice Carla, muy seria–. Hoy Lilita es la gran esperanza opositora.
—Explicame porque no entiendo –admito.
—Es muy sencillo –comenta Carla–. ¿Hoy quién es capaz de unir a la oposición?
—Nadie.
—Y por lo tanto, ¿quién es capaz de hacerle un daño político electoral real al Gobierno?
—Nadie.
—Nadie no –corrige Carla–. Lilita puede hacerle un gran daño al Gobierno. Desde el oficialismo puede hacer desastres. Y terminar dinamitando lo que construyó. En ese caso, más que construir una alternativa, lo que habría que hacer es esperar a que Carrió haga lo que hizo con todos los espacios que construyó hasta ahora. Debemos confiar en que no se traicione a sí misma.
—¿Vos creés que con eso basta?
—No sé si basta –concluye Carla–. Pero tal como están las cosas, es a lo máximo que puede aspirar la oposición. Y tal como están las cosas, te juro que no es poco.