COLUMNISTAS
ALTERNATIVAS DE MACRI

Futuro imperfecto

El Gobierno abandonó “su revolución” negociadora de comienzos de ciclo. Expectativas o esperanzas.

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PILOTO AUTOMATICO Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES
¿Qué es la esperanza? Proveniente del latín esperare, se suele referir a un sentimiento o estado de ánimo que provee la sensación de esperar que en algún momento ocurra un evento positivo. La esperanza suele ser vinculada a la creencia religiosa, porque “lo positivo” suele suceder sin que los mecanismos que lo hacen posible tengan una explicación por fuera de la fe (como ocurre con los milagros). Es la gran diferencia con la expectativa, gran término capturado por los economistas, que si bien también refiere a la ocurrencia de un suceso futuro, posee mecanismos conocidos de funcionamiento –en general racionales–. Hoy gran parte de la población ha cambiado expectativas por esperanzas, y por eso el clima de opinión social se ha tornado inestable en pocos meses. El problema es que los grandes tomadores de decisiones económicas actúan evaluando expectativas, no esperanzas.

La voluntad. Entre los elementos que construyen expectativas sorprendieron las declaraciones del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en Madrid: “Tenemos muy pocas herramientas pero una voluntad de hierro para derrotar a la inflación”. Fueron declaraciones para asombro de un auditorio que está acostumbrado a que una caña (un vaso pequeño de cerveza) cueste lo mismo ahora que en 2008. Esa definición confirma una percepción que avanza desde los especialistas económicos hasta el público en general, y que es que la gestión económica se encuentra en piloto automático, confiada en la fuerza performativa de los targets inflacionarios calculados oportunamente cuando, por ejemplo, las distribuidoras de gas plantearon la suba del 47% en las tarifas a partir de abril, 32 puntos por encima de la inflación anual esperada.
La distancia entre los posibles aumentos salariales y la canasta básica (alimentos y servicios públicos) queda en el centro de la discusión, y este elemento es el punto clave para una sociedad que comienza a enojarse con el Gobierno. En este sentido, están equivocados quienes deducen que la multitudinaria movilización que convocó Hugo Moyano a la Avenida 9 de Julio fueron para defender al dirigente camionero de sus problemas judiciales; por el contrario, la inmensa mayoría encontró ese espacio público para mostrar su disgusto con el actual rumbo del Gobierno.
Después de muchísimos años se observa que la inflación desplaza a la inseguridad como principal problema de la población, y no precisamente por los grandes avances en la seguridad urbana. También aparecen claramente en el horizonte los problemas de empleo como una inquietud en fuerte ascenso.

Alternativas. Resulta evidente que Mauricio Macri no podrá ni querrá mantenerse todo 2018 en esa posición defensiva, dejando el centro de la escena política a una oposición que como el Terminator de metal líquido comienza a ensayar diversas formas para confrontar con el Gobierno en un contexto diferente de 2015. Es evidente que el problema central sobrepasa las estrategias comunicacionales y las subjetividades del público, pero la cuestión es identificar cuáles son las alternativas a las que el Gobierno podría recurrir para hacer frente a la actual situación. Una es dejarse llevar por los cantos de sirena de la ortodoxia económica que clama por un recorte masivo de los gastos estatales, que implicaría la expulsión de más de dos millones de trabajadores nacionales, provinciales y municipales, y el cierre de áreas completas de la planta estatal. Pero claro que éste es un escenario de un nivel de conflictividad de difícil dimensionamiento, dado que el sector privado está lejos de tener las condiciones para absorber la mano de obra excedente. Como sabe Macri, este plan implica darle la llave de la Casa Rosada al futuro presidente peronista.
Los más atrevidos plantean además sumar una nueva convertibilidad de 2 pesos por 1 dólar, bloqueando la emisión monetaria a las reservas en dólares líquidos del Banco Central (target de emisión). Este esquema detendría la inflación como un sable atravesando el nudo, llevando a una hiperrecesión como sucedió en 1998 (recordar patacones y otras cuasimonedas) que trajo como resultado que los índices combinados entre precios al consumidor y mayoristas retrocedieran un 2,9% –récord para el país–. Lo que no es claro es cómo un esquema semejante cambiaría el final de 2001, época en la que se rompe la sociedad con tal profundidad que sus réplicas siguen sintiéndose casi dos décadas después.

New deal. Sin embargo, Mauricio Macri tiene otra carta para jugar y que hasta ahora por razones políticas prefirió no hacerlo, y es llamar a una gran mesa de negociaciones entre los grandes grupos empresarios y los sindicatos más representativos.
El “acuerdo social” tiene mala prensa en Argentina, y tiende a generar la idea de un gobierno débil, pero una gran paritaria macroeconómica por un tiempo limitado (hasta fin de año por ejemplo) podría detener la inercia inflacionaria, y crear las condiciones para establecer otras políticas como el nivel del dólar, el compromiso para la realización de inversiones productivas, moderar los incrementos salariales atados a los compromisos empresarios de contener los precios y, por qué no, plantear algunos cambios en las reglas laborales, como las indemnizaciones, por mecanismos que no resten protección a los trabajadores pero que no sean una limitación para la contratación de personal, en particular en las pequeñas y medianas empresas del sector servicios.
La graciosa “ventaja” de la enorme concentración de la economía argentina es que para dicha reunión no se necesitaría más que un salón de tamaño mediano.
Luego de las elecciones de 2017, exitosas para el Gobierno, era el momento propicio para llamar a una concertación de estas características con la autoridad ganada en el resultado electoral. Por el contrario, nueve días después de los sufragios, Macri lanza en el CCK su programa reformista que arranca con el cambio de la fórmula previsional estallando el conflicto. Como un destino contrariado, a partir de allí comienzan las peripecias que se multiplican, lo que sugiere que el Gobierno no tomó nota de que su estrategia negociadora de los primeros dos años era la gran innovación política del siglo, cuando se creaban más expectativas que esperanzas.



*Sociólogo
(@cfdeangelis).