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El peronismo juega una ficha a Massa

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Si hasta hace cinco minutos el consenso casi unánime era que en las elecciones bonaerenses de 2015 Randazzo hubiera sido competencia más dura para Vidal que Aníbal Fernández, ¿es indudable hoy que una lista encabezada por Randazzo favorece al Gobierno?

Cuando hace cerca de dos años Cristina estaba en el poder muchos análisis interpretaban que, tras Néstor y la entonces presidenta, el Partido Justicialista se había convertido casi en un sello de goma, subordinado al kirchnerismo.

No pocos de esos mismos análisis hoy tienden a condenar a CFK por apartarse de ese frente histórico. Y no faltan argumentos para eso pero ¿si antes era un sello de goma por qué sería tan terrible ahora ir por fuera de ese sello?

Contradicciones al margen o no, muchas veces los análisis suelen darles a las conjeturas el valor de un hecho consumado. Curiosamente, Cristina y Duran Barba coinciden en prescindir de las estructuras de partidos tradicionales, aunque en el caso de la ex presidenta se trate de cambiar para intentar seguir siendo la misma.

Ella misma había ignorado unos cuantos mecanismos institucionales partidarios y de los otros desde mucho tiempo antes del cierre de alianzas de esta semana para las PASO. Incluso, a varios de los dirigentes que hoy se indignan y le reclaman no se les registra ninguna incomodidad manifiesta por el escaso apego a la democracia interna en épocas en que la acompañaban u obedecían.

Un sector de esos dirigentes que prefieren seguir transitando bajo el paraguas peronista calcula que el escenario bonaerense más probable (y deseable) con Cristina candidata ubicaría a la ex presidenta en el tercer puesto, por detrás de Massa y por encima de Randazzo, y descuentan un triunfo del Cambiemos bonaerense, aún innominal. En el oficialismo, y con tanto nombre propio en las otras veredas de la Provincia, no falta quien lamente o dude tarde sobre la conveniencia de la candidatura porteña de Carrió.

Esas voluntades peronistas que se hacen cruces antes que aceptar a La Cámpora imaginan que “si Cristina sale segunda, estamos perdidos”. Y sentencian: “Si gana o es segunda por poquito, está más perdido el Gobierno que nosotros”. Necesitan, y apuestan a que Massa reedite su supremacía sobre el kirchnerismo.

En ese sentido esperan que por obra y gracia de la elección el escenario pueda parecerse a aquella renovación del peronismo derrotado de los 80, cuando tras ganar en las presidenciales Alfonsín también se impuso en la primera elección legislativa. Y fantasean con que Massa y Randazzo puedan encabezar esa nueva etapa, y convivir como durante algún tiempo lo hicieron en aquellos años Menem y Cafiero. Entonces llegaría el momento de reagruparse y, en nombre de la institucionalidad, unirse al próximo personalismo.