COLUMNISTAS
La lengua argentina

El hermano y la ideología

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Gutiérrez tiene un hermano, pero el hermano de Gutiérrez nunca tuvo un hermano”.
La ideología en el discurso es estudiada por diversas teorías comunicacionales y lingüísticas que la conciben desde distintas perspectivas. Algunas de esas teorías estudian de qué manera deliberada se interviene el discurso para orientarlo según una tendencia de pensamiento o según otra. Y otras se ocupan de la ideología entendida como componente constitutivo –es decir, inherente, ineluctable– del lenguaje.
Observado desde el primer punto de vista que señalo más arriba, el más externo, este asunto supone varias resoluciones prácticas. Sin pretensión de ser exhaustiva, quisiera mencionar tres, en orden creciente de complejidad.

En primer lugar, todo discurso ideológico tiende a destacar las bondades de la propia posición y a acallar sus debilidades. Concomitantemente, procura velar las fortalezas de la postura adversaria y revelar sus puntos frágiles. Para decirlo de manera muy sencilla, “nosotros siempre somos los buenos, ellos siempre son los malos”.
Una segunda opción –una especie de desarrollo evolucionado de la primera, aunque menos inocente– consiste en otorgarle una valoración al fenómeno en consideración, según sean las intenciones de quien enuncia. Queda muy claro que no es lo mismo hablar de la “inversión en educación” que referirse al “gasto en educación”, aun cuando se esté aludiendo a la misma porción del Presupuesto Nacional.
Y una tercera alternativa para este plano externo –más evolucionada todavía que la anterior; menos inocente aún– radica en poner el foco en un fragmento (aspecto, arista) del asunto que se esté tratando y en quitar de la escena lo que se podría destacar desde un punto de vista diferente. Así, un título de prensa que sólo habla de la “violenta represión policial” se contrapone con otro que sólo apunta a la “violenta manifestación”, aunque ambos se refieran al mismo evento histórico.

Hay, con todo, formas más sutiles en las que la ideología se entromete en nuestro pensamiento, sobre todo porque está entreverada en el lenguaje y nos atraviesa en tanto sujetos que somos. Formas que, de tan obvias, no se nos aparecen como perceptibles. No, al menos, hasta que nos las señalan y nos las muestran de manera ostensible.
Analizada desde el segundo punto de vista mencionado, el más interno –interno también en el sentido de oculto– y producto de un ejercicio muchísimo menos consciente, la ideología constitutiva de cada lengua –la que se aprehende al aprender cada lengua– nos impele a naturalizar el modo en que vemos el mundo. Como si ese fuese, por fuerza, el modo del mundo.
Tal vez un ejemplo llano lo muestre mejor. La famosa frase “mi mamá me mima” de los antiguos libros escolares –que hacía gala de una cándida estrategia pedagógica (el empleo de una sola consonante en sílabas distintas con distintas vocales)– cristalizaba –aunque no fuera cierto en los hechos– una especie de verdad palmaria por oposición: “Mi papá no (no me mima)”.
Cada vez que propongo el acertijo inicial de esta columna a mis interlocutores, quedan desconcertados. He recibido las respuestas más disparatadas. Que el hermano de Gutiérrez es hijo de otro padre. O de otra madre. Que el hermano de Gutiérrez es sacerdote. Que Gutiérrez se murió.

Pero la explicación es mucho más sencilla. Gutiérrez es una mujer. Y su hermano, nunca tuvo un hermano: tiene una hermana. Las mujeres suelen ser nombradas por el nombre de pila o el sobrenombre, tratamiento –nadie lo dudaría– más doméstico, más privado. Juliana, Lilita, Cristina. Es a los hombres a quienes se les reserva el tratamiento por el apellido, más público.
Sí, sí. Ya sé. Vidal, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, es nombrada así, Vidal. No en vano nos viene pasando el #NiUnaMenos por estos años. Pero confiéseme si usted se había dado cuenta de lo de Gutiérrez. ¿Vio? Eso es ideología.

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.