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El gasto y la grieta

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Han pasado casi dos años desde que Cambiemos asumió. De tanto hablar del gradualismo y cantar Despacito cuesta darse cuenta de la notable cantidad de cambios que ha habido. Muchos muy buenos, y otros no tanto. Lo interesante es que lo que a muchos nos parece bien, a otros los horroriza. ¿Es otra “grieta” más? En realidad, muchas de estas diferencias se solucionarían si comprendiéramos la esencia del problema. Spoiler: ¡es el gasto público!

Un tema sobre el que hay fuertes críticas es el notable aumento del endeudamiento, que tiene varias fuentes. En parte es por haber reconocido la deuda que existía y que no se pagaba, con holdouts, Cammesa, servicios públicos, obras paradas, acreedores esperando desde hacía meses para cobrar, etc. Es decir, se había gastado sin tener los recursos, y esto ocurrió durante años, ya que tuvimos déficit fiscal durante casi diez años. Otra parte de la deuda surge por el “nuevo” déficit fiscal en el que se sigue incurriendo, y que para pagarlo sin recurrir a la “maquinita” del Banco Central fue necesario endeudarse.

Ahora bien, toda deuda habrá que pagarla con futuros impuestos, y es claro que más impuestos es difícil que haya. Por ello, sólo queda como opción reducir el gasto futuro. Por no poder reducir el déficit ahora, habrá que bajar el gasto aún más en el futuro ya que a los problemas habituales hay que sumar el costo en intereses. Por ello discutir sobre el nivel de endeudamiento es discutir sobre el nivel de gasto actual y futuro.

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Otra fuerte diferente diferencia de opiniones surge sobre el tratamiento de tarifas y subsidios al transporte y la energía. Esos subsidios ya existían, porque las tarifas eran bajísimas y las empresas hubieran quebrado. El resultado era pésimo servicio, apagones, hasta riesgos de vida, como vimos en terribles accidentes. En estos dos años las tarifas han subido de manera considerable –y pareciera que subirán aún más– y el servicio está mejorando sustancialmente. Al menos en electricidad casi no hay cortes y ha aumentado la potencia instalada, hay licitaciones para nueva construcción de centrales, etc. Sin embargo, el déficit no se ha reducido a pesar de las mayores tarifas, y es porque el precio que reciben los productores es menor que el que pagan los consumidores. El Estado (o sea todos nosotros) cubre la diferencia. Para reducir de una buena vez los subsidios no sólo hay que subir tarifas, sino liberar el mercado. Hasta tanto eso ocurra, los subsidios serán una parte notable del gasto público.

La situación de jubilados y los múltiples regímenes que atiende la Anses son otra gran “grieta”. Hay quienes claman con razón por mayores prestaciones y quienes muestran que el sistema está quebrado, que hay millones de personas que tienen un pago mensual sin haber hecho aportes y que ni la demografía ni el esquema previsional actual podrán equilibrar jamás las cuentas. Estos pagos representan un tercio del gasto público nacional aproximadamente. Es difícil que ese gasto crezca, pero entonces, ¿cómo aumentar las jubilaciones? Será necesario reducir el gasto en muchas otras áreas.

En los últimos dos años el Estado nacional redujo algunos impuestos (Bienes Personales, modificó Ganancias para las personas, algunas retenciones a las exportaciones), encaró un notable esquema de obras públicas y envió más fondos a las provincias en forma automática –eliminando la humillación política a la que estaban habituados–. O sea, tiene menos recursos, y la gestión del Gobierno luce más. Pero el déficit es más alto que antes: el gasto no se redujo al mismo ritmo.

Creo que la grieta puede reducirse si nos concentramos en el gasto: qué se hace, dónde y cuándo y para quién se hace. Todos queremos un país mejor, independientemente de quién esté en el gobierno. Los que se quejan es porque quisieran ser los que reciben el gasto o… no ser el que (siempre) paga. ¡La única opción posible que se me ocurre es gastar menos!


*Economista. Universidad CEMA.