COLUMNISTAS
DE CFK A MACRI

El curso de la historia

Cristina comprobó que un triunfo electoral no compra poder eterno. Los imponderables en la ruta del Gobierno.

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PROCER ARGENTINO DESCONOCIDO | PABLO TEMES

Imposible imaginar promediando 2011 el escenario político diametralmente opuesto que se produciría apenas seis años después. Cristina Fernández de Kirchner en aquel lejano 23 de octubre ganaba las elecciones con el 54,1%, e impresionaba que su más cercano competidor –el olvidado Hermes Binner– sólo obtuviera el 16,8%, –a 37% de distancia–. Todo parecía posible para el kirchnerismo en aquellos tiempos.

Caras y contracaras de los días abrumadoramente K. El recuerdo, lejos de ser nostálgico, sirve para tener presente los recovecos de la historia, y para deducir que lo que sucederá dentro de otros seis años es sencillamente inimaginable. Aquella elección dejaría también otras enseñanzas. Mauricio Macri sufriría en esos momentos fuertes presiones, de lo que luego se conocería como el círculo rojo, pues “ellos” querían que se presente y enfrente a Cristina. Sin embargo, con inobjetable criterio de quien supo leer las mareas del océano, interpretó que una derrota de proporciones lo arrojaría al olvido como el citado Binner y otros competidores como Ricardo Alfonsín (11,1%), Alberto Rodríguez Saá (7,9%) y Eduardo Duhalde (5,8%). También en esa elección Elisa Carrió sacaría el 1,8%, lo que sumiría en una fuerte depresión a la actual cabeza de lista oficialista en la Ciudad de Buenos Aires.

Lo extraño es que el triunfo electoral de una magnitud sólo superada por Juan Perón tendría su contracara amarga días después, cuando el 31 de octubre los argentinos se despertaban con la noticia de que sólo podían acceder al mercado cambiario con una autorización de la AFIP vía internet. Se iniciaba lo que algún veloz nominador llamó el “cepo cambiario” y empezaba una vorágine por parte de los argentinos para acertar lo que la autoridad les autorizaba, si eran 15 o 300 dólares, surgiendo las discusiones sobre las características del raro algoritmo que intervenía en las operaciones. Luego el valor del blue (dólar paralelo) se mencionaría durante los cuatro años siguientes en los medios junto con la temperatura. El cepo, negado por el Gobierno, marcaría a la segunda presidencia de Cristina, y significaba que el mercado mundial y los inversores locales le habían torcido el brazo al proyecto de acumulación autocentrada que planteaba el kirchnerismo.

Abriendo la caja negra. La apertura del cepo sería una de las primeras medidas que tomaba la nueva administración al asumir en diciembre de 2015, junto con una devaluación del orden del 40%. Pero el mercado y los empresarios que festejaban “a uno de los suyos” en el Gobierno tampoco tendrían empacho para incrementar los precios a lo largo de 2016 en un valor que empató o superó –como el caso de los alimentos– a la devaluación de aquellos días. El dólar evidentemente no es un “precio más de la economía”, sino el de referencia, como bien sabía Domingo Cavallo.

La identificación de un modelo económico factible para la Argentina en el mercado mundial globalizado es una asignatura pendiente en estos días. El gobierno de Macri trabajó durante la primera parte de su gestión en demoler al modelo kirchnerista marcándolo de populista, inviable, parasitario, corrupto e irreal, en síntesis, una burbuja. Este discurso fue operado en principio por declaraciones del propio Presidente y altos funcionarios, pero luego la construcción de la nueva narrativa sería tercerizada en una capilar red de medios y comunicadores afines, que ya sea por convicción o por interés tomarían la posta.

La demonización del “festival de consumo” fue una operación discursiva magistral que penetró en gran parte de la población que aceptó reducir sus expectativas, con las esperanzas puestas en algún punto indeterminado del futuro. Sin embargo, el macrismo no logra proponer todavía un horizonte económico definido, sino que va operando pragmáticamente, buscando frenar la inflación con altas tasas positivas de interés, y a la vez sostiene un fuerte déficit fiscal y cuasifiscal mediante un ingente endeudamiento externo. Sin embargo, este “compás de espera” puede ser extendido en el tiempo por la disolución de la oposición, pues un promedio cercano al 35% en las elecciones de octubre será mostrado como un rotundo triunfo del Gobierno, y le permitirá operar en aguas profundas, buscando básicamente cambiar las leyes que rigen el mundo del trabajo, mientras se abren las puertas a la potente fórmula Mauricio Macri-María Eugenia Vidal de cara a 2019.  

Contingencias y probabilidades. Sin embargo, el Gobierno se encuentra permanentemente con imponderables. Uno de los principales es cómo enfrentar la protesta social, sobre todo la que aparece atomizada y sin una conducción definida. Tiene las armas para presionar y negociar como lo viene realizando con las centrales obreras. La noticia del Caballo Suárez –otrora temido mandamás del Sindicato de Obreros Marítimos–, pidiendo desde Ezeiza la aplicación de las “Reglas de Mandela” para el buen trato en prisión, no pasó desapercibida. Por otra parte, con los grupos de la llamada Confederación de Trabajadores de la Economía Popular negoció paz social por recursos. No obstante, en otro tipo de conflictos no duda en usar las fuerzas de seguridad para aplicar cargas represivas, como está sucediendo con los reclamos de los pueblos originarios en el sur del país, o cómo se mostró puntualmente sobre el final de la movilización para reclamar la aparición de Santiago Maldonado. La represión, sin claros límites para la fuerzas de seguridad, tiene un lado sumamente peligroso para la estabilidad política como bien lo sabe Eduardo Duhalde.

Finalmente, y ya a menos de un mes de las elecciones generales, el Gobierno encontró otro vellocino de oro. Las PASO pueden funcionar también como un ensayo general con los datos que entregan las mesas de votación, y de allí la posibilidad de conocer, mediante las herramientas del big data y data mining, los lugares donde la elección le resultó menos favorable –en especial en el conurbano bonaerense–, para emplear todos los recursos al alcance del Estado para reparar la posición electoral casi a nivel de manzana, lo que puede optimizar sensiblemente una elección, pero difícilmente pueda cambiar el curso de la historia.

*Sociólogo (@cfdeangelis).