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El cóctel preferido de Faulkner

Es sabido que a cierta generación de escritores norteamericanos le gustaba beber fuerte; también es sabido que, a diferencia de otra generación de escritores, esta no bebía antes o después de la escritura sino durante –lo que llevó a una larga serie de equívocos internacionales, en los que un montón de escritores mediocres creyeron que bebiendo se volverían geniales; en algunas partes ese equívoco aún sobrevive.

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Es sabido que a cierta generación de escritores norteamericanos le gustaba beber fuerte; también es sabido que, a diferencia de otra generación de escritores, esta no bebía antes o después de la escritura sino durante –lo que llevó a una larga serie de equívocos internacionales, en los que un montón de escritores mediocres creyeron que bebiendo se volverían geniales; en algunas partes ese equívoco aún sobrevive. Una vez, en 1937, el traductor de Faulkner al francés, Maurice Edgar Coindreau, le escribió haciéndole una consulta referida a una de esas frases inevitablemente barrocas que Faulkner había escrito en ¡Absalón, Absalón!, y la respuesta de Faulkner fue más o menos: “No tengo la más mínima idea de lo que quise decir”; y para justificar semejante honestidad aclaró: “Vea, suelo escribir de noche, con el whiskey siempre a mi alcance, eso hace que me invadan ideas que luego no puedo recordar a la mañana”.

Todo eso es sabido. Pero tal vez no es sabido que hay un cóctel del que Faulkner preparaba con fruición y obsesividad alquímica, que no es difícil de emular y que es delicioso. Se llama Mint Julep y dicen que fue el primer cóctel inventado en los Estados Unidos. En este caso, como en tantos otros, es difícil tener certezas, pero las primeras menciones hacen que se remonte a 1749, y en 1770 era una presencia irrenunciable en los círculos aristocráticos de Virginia.

El hecho de que sea originario del sur de los Estados Unidos justifica la presencia del bourbon, típico whiskey de esas regiones y aún hoy ingrediente principal de la receta oficial del Mint Julep.  Es verdad que durante un siglo se hicieron una serie de variantes, tanto que el conocido recetario de Jerry Thomas, publicado en 1862, daba una lista de cinco posibilidades con bourbon, gin, cognac, brandy e incluso vino espumante. En el mundo de la coctelería se puede dar cualquier modificación, pero los verdaderos conservadores, cuando piden un Mint Julep y no agregan nada más, lo que quieren es que les machaquen delicadamente cuatro hojas de menta, que agreguen una cucharadita de azúcar, dos cucharaditas de agua y que una vez que el azúcar se disolvió les llenen el vaso con hielo y viertan encima de todo el bourbon. Los bartenders más delicados y solícitos realizan esta última operación ante la vista del comensal, porque ver el bourbon color de miel escurriéndose entre las rocas de hielo provoca un placer adicional y anticipatorio. Es un cóctel fresco, delicioso y faulkneriano. No sé qué más se puede pedir.

La presencia de la menta justifica la mitad del nombre. La segunda parte deriva de la medicina: el julep era una bebida medicinal hecha a base de hierbas y agua. No se sabe con exactitud por qué ese nombre acudió a la mente del encargado de bautizar el nuevo cóctel, pero ahí está. Faulkner, en cambio, como tantos otros, creía en la eficacia medicinal del alcohol: “No hay nada que el whiskey no pueda curar”, solía decir. Y en parte tenía razón.

Otra de las bebidas preferidas de Faulkner era el ponche caliente (hot toddy), que quedaba reservado para las frías noches de invierno. Su sobrina, Dean Faulkner Wells, transcribió la receta del ponche preferido de su tío en The Great American Writers’ Cookbook. Faulkner tomaba un vaso de vidrio y lo llenaba hasta la mitad con Heaven Hill (el Jack Daniel’s estaba reservado para el Mint Julep). Agregaba una cucharadita de azúcar, exprimía 1/2 limón y lo vertía en el vaso. Revolvía hasta que el azúcar se disolviera y luego llenaba el vaso con agua hirviendo. Faulkner se lo preparaba a cualquier amigo que se quejaba de alguna dolencia. Le llevaba el vaso en una bandeja de plata y le advertía que lo bebiera antes de que se enfriara. Parece que nunca falló.