COLUMNISTAS
Imposibles

Editoriales de la noche roja

No me acuerdo cómo se llama el cuento de Ray Bradbury, pero el argumento es más o menos así: se puede viajar al futuro pero con la condición de que cuando el que viaja llegue a esa zona del tiempo no se salga del perímetro reglamentado para no modificar nada que podría afectar el presente desde donde se parte.

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

No me acuerdo cómo se llama el cuento de Ray Bradbury, pero el argumento es más o menos así: se puede viajar al futuro pero con la condición de que cuando el que viaja llegue a esa zona del tiempo no se salga del perímetro reglamentado para no modificar nada que podría afectar el presente desde donde se parte. Así las cosas, un tipo viaja y cuando vuelve encuentra que la gente y la realidad son algo toscas, grasas. Se saca la ropa que usó para viajar en el tiempo y ahí se da cuenta de que en sus botas hay una mariposa muerta. Con la muerte de ese insecto, parece, acabó con toda una especie y eliminó una sensibilidad.

Es un cuento con una estructura férrea, por eso a Borges le gustaba Bradbury o a Bradbury le gustaba Borges. Pero más allá del relato en sí, uno puede pensar que si en vez de la mariposa lo que se trae el “eternauta” es un libro de una editorial independiente, al volver, puede encontrarse con un mundo previsible y banal, dominado completamente por el lugar común y la risa de Tinelli. Porque la mejor literatura en nuestro país la publican las editoriales independientes. Y por suerte hay miles y crecen, a pesar de la crisis, como las matas de pasto en medio de las rendijas de las paredes.

Algunas ya han logrado cierto nivel de flotación y sus catálogos son extraordinarios: Blatt y Ríos, Caballo Negro, Vox, Cuenco de Plata, Caja Negra, Editores Argentinos, Gog y Magog, Tamarisco, Nudista, Fiordo, Entropía, Mansalva, Eterna Cadencia, entre muchos. Y otras aún más invisibles pero no menos potentes: Eloísa Cartonera, Milena Caserola, Ciervo Rojo, Socios Fundadores, Mujer que Dice la Verdad, El Remisero Absoluto, Los Perros Abandonados, etc. Poesía, ensayos, cualquier cosa; si uno busca lo más interesante que se está publicando con riesgo y potencia, eso está en las editoriales independientes.

Incluso en las traducciones también están dando un golpe certero: Cuenco de Plata tradujo a Joyce (Ulises, Finnegans Wake), Editores Asociados lanzó los restos de la monumental biografía de Beckett escrita por James Knowson y no traducida al español, es decir, un bonus track con reportajes y memorias que el biógrafo autorizado de Beckett no usó completamente en la biografía canónica y que hacen un libro extraordinario.

Durante mucho tiempo era inconseguible Ciudades de la noche roja, el libro que encabeza la trilogía final de William Burroughs y hoy está traducido y publicado por Cuenco de Plata. Mardulce tradujo y publicó Narraciones para cine, que son los guiones literarios que escribió Andrei Tarkovsky.

Pensaba todo esto porque estaba leyendo maravillado un libro delgado de poemas de Matías Matarazzo que me gustó mucho, editado por Caleta Olivia. Recuerdo que pensé que sin la resiliencia de estas editoriales yo no iba a estar viviendo ese momento hermoso que fue leer sus poemas una tarde de otoño de este año paregórico. Pero cada uno puede ser su propia editorial independiente, llegado el caso. Mucha gente cree que está mal “pagarse” el libro. Una estupidez. Rimbaud se pagó –con plata de la madre– Una temporada en el infierno, y Juan L. Ortiz, sus primeros libros, que controlaba milimétricamente. En Chile, otro superpoeta, Juan Luis Martínez, imprimió en su sello propio La nueva novela, un libro capital en la poesía chilena moderna. ¿Y el Ulises? Probablemente una de las grandes obras maestras del modernismo y que fue publicado originariamente por Sylvia Beach bajo el sello de su librería Shakespeare and Company. Es llamativo que hasta hace poco el Ulises en nuestro país solo era publicado por editoriales independientes: Santiago Rueda y Cuenco de Plata, como si el libro fuera aún hoy imposible de domesticar ya que se mueve, parafraseando a T.S. Eliot, como un jarrón chino lo hace en su perpetua inmovilidad.

Me acuerdo ahora de la editorial Catálogo, que publicó La piel de caballo, esa obra maestra de Ricardo Zelarayán, y Operación Masotta, de Carlos Correas, dos libros imposibles, de esos que funcionan con un combustible caro y difícil de conseguir. Pero que se consigue gracias a las editoriales independientes.