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GOBIERNO NECESITADO

Dos ajustes contrarreloj

El cambio de política obliga a Macri a cambiar también el discurso gradualista que había impuesto.

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HABRA QUE PASAR EL INVIERNO Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES

El mayor enemigo de Mauricio Macri en estos días no es Cristina Kirchner, ni Hugo Moyano, sino el tiempo, en el eco de la frase de John Randolph: “El tiempo es a la vez el más valioso y el más perecedero de nuestros recursos”.

Freno. El terremoto cambiario ocurrido en mayo y la decisión de recurrir al FMI colocan al país en un túnel donde se desconoce cuándo aparecerá la luz final. El túnel es el enfriamiento de la economía, un camino que ya se transita según las nuevas proyecciones que indican que el país crecería en 2018 entre 0,8 y 1,5% del PBI. El freno es producto de combinar la reducción de poder de compra de los salarios con la falta de interés de los empresarios para realizar inversiones frente a una tasa de interés del 40%.
El Gobierno muestra sus necesidades políticas a Christine Lagarde para apurar el acuerdo sobre el préstamo stand-by, y poner en marcha en forma urgente el plan que requerirá el organismo. El recorte brusco del gasto estatal traerá consecuencias en la economía real, con la detención de la obra pública, hoy uno de los motores de la economía. El reemplazo de la obra financiada por el Estado, la Participación Público-Privada (PPP), sería vetada por el Fondo, ya que representa un pasivo sumable al endeudamiento.

Signos. La cuenta regresiva debe terminar en febrero de 2019, seis meses antes de las PASO. En ese momento la economía debería dar signos vitales, para que la recuperación de la actividad llegue al bolsillo de las familias para las elecciones. Es decir, deben acelerar el ajuste tardío lo máximo posible, a pesar de los conflictos sociales –y su reflejo en la calle–, que van a multiplicarse. Con respecto a las medidas a tomar para reducir el déficit fiscal, fueron explícitas las palabras de Nicolás Dujovne: “Todas las opciones están sobre la mesa”. Por esto se discute desde la reintroducción de las retenciones al agro –desmentido por ahora–, hasta la venta de inmuebles del Estado, pasando por una poda mayor en los ministerios, reducciones de sueldos, nuevos cambios del sistema jubilatorio, y reformas parciales a las leyes que rigen el mundo laboral, entre otras. Pero la pregunta es cuál medida traerá resultados más rápido.
También el temporizador corre porque el peronismo se está reorganizando a una velocidad mayor a la prevista. Frente a la desorientación del Gobierno, varios dirigentes del peronismo se sueñan en el sillón de Rivadavia. El primero que salió a la cancha fue el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, cuestionado por el caso de la niña violada a la que no le permitían interrumpir el embarazo. También el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, podría desafiar al salteño en la PASO. Es quien tiene la mayor capacidad para dañar electoralmente a Cambiemos si le arranca el segundo distrito del país. Por afuera de la pista corren Sergio Massa, y un candidato que ya no es un “tapado”, Felipe Solá. El ex gobernador se piensa como prenda de unidad, entre el kirchnerismo y el peronismo federal. Por supuesto, la arquitectura opositora dependerá nuevamente de la decisión de Cristina de presentarse o no.

La comunicación como dilema. La comunicación política ha pasado a ocupar un sitio relevante con un sistema de medios más amplio y complejo que en décadas anteriores. La alineación de este sistema es una obsesión para los gobiernos. Mientras que para el kirchnerismo la estrategia era centralizar la información en la ex presidenta y algunos funcionarios, y pocos comunicadores, el macrismo planteó exactamente lo opuesto, buscando tercerizar y descentralizar su soporte en una gran cantidad de comunicadores, con poca presencia oficial.
El kirchnerismo sostenía la idea de que tras el 2001 la sociedad estaba muy politizada, y que había que transmitir mensajes “ideologizados”, a fin de convencer y generar un cambio cultural, a punto tal que hacia el final del gobierno la impresión fue que Cristina les hablaba solo a los propios. Cambiemos abordó esta cuestión desde una óptica totalmente opuesta, considerando que gran parte del electorado está despolitizado: no quieren escuchar políticos, quieren resultados. De esta hipótesis surge el discurso cambiemista, planteando consignas sencillas, (“lo que estamos logrando juntos”); predicciones poco complejas de los problemas económicos (“los brotes verdes”; “la lluvia de inversiones”); convocatorias que apelan al sentido común (“tenemos que salir adelante sin atajos”; “les voy a hablar con la verdad”), y el uso de eufemismos para referirse a situaciones adversas (“desplazamiento” por devaluación, “convergencia” por ajuste, y la más reciente “turbulencia” por corrida cambiaria).
A pesar de todo, algunos sostienen que la comunicación del oficialismo es insuficiente, bajo la noción de que el macrismo no informó a la sociedad el inventario de la “pesada herencia”, y que por ese motivo no pudo realizar un ajuste a fondo al inicio de la gestión. Pero no observan que a falta de datos concretos para explicar la herencia, se privilegió la veta de la corrupción y la prisión preventiva de muchos ex funcionarios. El caso emblemático fue el de José López con sus bolsos en el convento. Esta narrativa impactaría en forma plena en propios y ajenos.

Ajuste discursivo. Frente a la necesidad de pasar del gradualismo al shock, también se debe crear un segundo ajuste, pero en la estructura narrativa, para legitimar las nuevas medidas después de más de dos años explicando el gradualismo. El regreso al FMI llevó a una crisis del modelo comunicacional, porque resulta difícil para sus comunicadores acompañar allí al Gobierno. Por esto el Presidente tuvo que gestionar personalmente el nuevo discurso en la conferencia de prensa del 16 de mayo, expresando, entre otras cosas, que su autocrítica estribaba en su temperamento positivo y las metas rigurosas que impuso; también caracterizó al FMI como una herramienta adicional para alejarse de los vaivenes del mercado, sin dejar de remarcar que “además podemos ir al Fondo porque no tenemos nada que ocultar… acá no hay gente que se lleva bolsos a conventos”.
Finalmente la caracterización que hizo de la crisis fue curiosa ya que expresó que “el mundo ha decidido que la velocidad con que nos habíamos comprometido a reducir el déficit fiscal no es suficiente a fin de garantizar que vamos a hacerlo con la seriedad y la profundidad que se necesita”. Se trata de un giro político rotundo dos años y medio más tarde.

*Sociólogo (@cfdeangelis).