COLUMNISTAS
OFICIALISMO Y OPOSICION

Doble resignación

El Gobierno no termina de acertar y el peronismo no atrae. Planes para 2019.

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Miguel Angel Pichetto | DIBUJO: PABLO TEMES

El argentino medio ha pasado por todos los estados de ánimo en estos dos años y medio en los que gobierna Cambiemos. Alegría, expectativa, esperanza, preocupación, indignación, para recalar finalmente en el estado actual: la
resignación.

Focalizando. Este clima de opinión es capturado por los grupos focalizados, convertidos en la herramienta estrella del gobierno de Cambiemos para comprender las tendencias sociales. Los focus groups, son reuniones de grupos de personas (de seis a ocho), donde los participantes discuten libremente orientados por un moderador. Esta técnica históricamente ha sido empleada por las empresas para analizar sus productos, y tardíamente redescubierta por la política, que encuentra allí información imprescindible a través de esta plaza ateniense artificial. Claro que la espontaneidad de los participantes es limitada por la agenda propuesta por el moderador, que suele ser flexible, pues no se plantean preguntas que deban responderse dentro de opciones, como suele suceder con las encuestas.
Lejos de la “cuantificación” propia de la encuesta, la finalidad de estas técnicas es completamente otra. No se busca saber en un grupo cuántos opinan de una forma y cuántos de otra, sino reconocer los discursos y argumentaciones de los actores sociales. Ni siquiera se busca alcanzar un consenso mayoritario, una opinión aislada puede ser una llave para entender ciertos aspectos de la cuestión tratada. La clave es la interpretación del analista, que va comparando lo obtenido en los diversos grupos realizados en forma simultánea con una segmentación diferente (edad, lugar de residencia, voto anterior, etc.).
Volviendo al inicio, la resignación es la visualización de que es imposible obtener cambios positivos en el corto y mediano plazo, en especial en los aspectos económicos. Lo particular del término “resignación”, y que puede distinguirse de “indignación”, es que la situación se naturaliza y se expresa por ejemplo en la frase “no nos queda más remedio que aceptar lo que nos pasa”, o “la situación está difícil, tenemos que seguir remándola”. La naturalización va de la mano de la despolitización. Las “culpas” o las razones de la situación se divorcian de la política económica y de la acción del Gobierno. Eso es una completa sorpresa para un país hiperpolitizado como Argentina. Por eso, cuando los sectores medios comentan la situación del aumento de las tarifas que ya se llevan entre el 20% y el 40% del ingreso familiar, las respuestas son del orden “hay que pagarlas, no queda otra”, o “esto tarde o temprano iba a pasar”.

Peronismo que no enamora. Parte del discurso de la resignación social se enfrenta con la falta de visualización de alternativas políticas. Hacia fines de los años 80 la renovación comandada por el hoy asesor de Cambiemos Carlos Grosso planteó la consigna “El peronismo vuelve a enamorar”. Esto daba cuenta del “desamor” provocado entre el caos del gobierno de Isabel Perón y la derrota en el 83 a manos de Raúl Alfonsín.
Sin embargo, hoy el peronismo no kirchnerista no encuentra la fórmula para conectar con la sociedad. Basta para esto ver la forma en que se presentó el encuentro de Gualeguaychú, que reunió al sector que conduce el senador Pichetto con las huestes de Sergio Massa. El anuncio del surgimiento del “peronismo antikirchnerista” no podría ser más tardío. Por si no se ha percibido, en Argentina gobierna el antikirchnerismo desde diciembre de 2015. El acceso a los primeros planos del Gobierno de Juan José Aranguren, Patricia Bullrich o Laura Alonso –por dar unos pocos nombres– se referencia con quienes se enfrentaron al gobierno anterior.
En ese sentido, “la foto de familia” presentada tras el encuentro peronista no impactó a nadie ni significó una alarma para el Gobierno, que por el contrario percibe que este tipo de acciones asfalta su camino hacia la triple reelección. La mayor noticia fue la representación de unos 55 diputados, aun diez menos de los que tiene el kirchnerismo en la Cámara baja, pero con la intención de sumar “neutrales” para alcanzar la primera minoría, un objetivo interesante para negociar en mejores condiciones con el macrismo el último año de mandato de Macri. Pero quizás también se pueda leer aquí otra resignación, no habría 2019 para el movimiento creado por
Juan Perón.

Tomá Luis, esto es para vos. A estas alturas, los dirigentes con expectativas del peronismo como Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey, José Manuel de la Sota o el mismo Sergio Massa deben estar calculando si sostenerse en ese espacio realmente significa una apuesta con posibilidades de futuro. ¿Es realmente Pichetto el Eduardo Duhalde de 2003 buscando un candidato para enfrentar a Carlos Menem? Contrariamente a lo que pregonan los que ven la historia como una repetición, Pichetto no es Duhalde, ni Macri, Menem. El escenario es otro.
Por su parte, Urtubey y De la Sota, si pretenden escalar en la consideración ciudadana, deben primero expandir sus fronteras en el conocimiento popular. Luego, la estrambótica intervención del Partido Justicialista por parte de Luis Barrionuevo decidida por la jueza María Romilda Servini plantea el interrogante sobre la incidencia de ese instrumento electoral que muchos denominan un “sello de goma”, siendo el único objetivo del gastronómico asegurar que el peronismo vaya dividido a las elecciones, alineado con los deseos de la Casa Rosada. Pero atención, Cristina va mejorando lentamente su imagen positiva, descubriendo –tardíamente– una estrategia atronadora: el silencio.

Micromacrismo. Las encuestas de hoy marcan una tendencia curiosa, si bien baja la adhesión al Gobierno aumenta el “no sabe” cuando se pregunta sobre la orientación del voto futuro. La pérdida del oficialismo no es canalizada por ningún otro sector. La apuesta obvia del macrismo será recapturar a los desencantados e incluso avanzar sobre la base social del peronismo: los pobres. Allí apunta la regularización de las tierras de más de 4 mil asentamientos, barrios precarios y villas de emergencia dispuestos en el conurbano bonaerense, pero también en la Ciudad de Buenos Aires y en otras grandes ciudades como Córdoba o Rosario. Esto involucra a más de 3 millones de habitantes, y no hay que ser experto en comunicación política para comprender el significado social (y electoral) para estas personas olvidadas de obtener la titularidad de los terrenos donde viven en la mayor de las carencias.

*sociólogo (@cfdeangelis)