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Usos y abusos de la democracia

Duran Barba: "El kirchnerismo organizó un ataque al Congreso"

El mundo cambió y un golpe como el que pretendieron dar los K suena tan ridículo como la bazuca del héroe revolucionario que participó en la demostración.

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Oposicion. Desdeña el debate político, con ideas antiguas sobre el rol de la calle. | DPA

En el solisticio boreal, los osos hibernan, otros animalitos se esconden en las cuevas, los seres humanos se refugian en sus casas, afectados por el frío, comen mucho, duermen, celebran el triunfo del sol. En el sur, los carnívoros y los depredadores políticos cuentan con largos días para satisfacer sus instintos agresivos: se mantienen despiertos, atacan, reúnen a la manada para planificar la caza. Los pumas recorren grandes extensiones persiguiendo a sus presas, en las calles de Buenos Aires los sudorosos Santa Claus sienten más deseos de patear a los transeúntes que de abrazarlos. Los negociantes de la pobreza y los barrabravas organizan asaltos a supermercados y chantajean para conseguir cualquier cosa. No hay otra razón para que esto ocurra siempre en diciembre, como no sea nuestro ánimo dependiente de las estaciones.

Los legisladores argentinos son muy sensibles a este fenómeno. En 2016 se juntaron en el congreso kirchneristas de variada pelambre a propósito de la ley de ganancias. Entre ellos, como en el cristianismo post conciliar, hay kirchneristas declarados y kirchneristas anónimos que actúan siempre como tales pero no se identifican con su fe. Se juntaron, obtuvieron un triunfo en el Congreso en medio de un escándalo fenomenal que culminó con una cena con sushi que documentó y retocó una secretaria de Sergio Massa. Los analistas que acostumbran equivocarse prediciendo el triunfo del kirchnerismo dijeron que el gobierno de Macri entraba en crisis, que este era un gran triunfo de la oposición. La gente menos intoxicada por las ideologías tiene sentido común y se dio cuenta de que esos diputados no querían realmente bajar un impuesto sino desestabilizar al Gobierno. Sergio Massa perdió 15 puntos por encabezar el motín, no los volvió a recuperar y ese evento fue determinante de su posterior derrota. La política de la calle y la violencia promovida por pocos suelen provocar una reacción negativa en la sociedad.

Algunos políticos no aprendieron la lección y un año después repitieron su equivocación. En el pasado diciembre, los kirchneristas organizaron una nueva asonada tomando como pretexto la reforma de las jubilaciones. Cuando sus dirigentes se reunieron en Santa Fe, no discutieron cálculos actuariales para ayudar a los abuelos, sino que organizaron un ataque al Congreso en el que participaron personas con mochilas llenas de piedras y martillos. Destruyeron la plaza del Congreso y algunos monumentos históricos, y pretendieron impedir que funcione la democracia. Se ensañaron con la casa de Juan B Justo. Probablemente creyeron que el apellido del célebre socialista era una agresión en contra de sus muchos dirigentes alojados en las cárceles. Un activista viajó para agredir a la policía, adoptó la heroica pose de un marino del acorazado Potemkin y disparó con una especie de bazuca en contra de las fuerzas del orden. Después aclaró que usó solamente un inofensivo fuego de artificio. Su situación se complicaría si en algún momento el código penal tipificara la tontería como agravante del delito de sedición.

Las dirigentes a las que obedecen los diputados K aclararon que ellas no tenían realmente interés en los problemas de los jubilados. Cristina Fernández dijo que tiene el objetivo de que Mauricio Macri no llegue a 2019 y que hará cualquier cosa para lograrlo. Hebe de Bonafini fue más clara: no quiere que Mauricio “se vaya” del poder, sino que su gobierno “se caiga a pedazos”. Feliz con la destrucción de los monumentos de Buenos Aires, le solicitó al Papa que le permita realizar demostraciones en la Plaza de San Pedro. Los martillos de sus amigos se darían un festín con los monumentos del Vaticano y como Bergoglio es un mandatario democrático, seguramente los dejaría pasar a la Sixtina para que destrocen la obra de un agente de la CIA que se hacía llamar Miguel Angel.

Algunos políticos antiguos creían que para gobernar había que controlar la calle, que no era necesario respetar el criterio de la mayoría. El mundo cambió y un golpe como el que pretendieron dar los K suena tan ridículo como la bazuca del héroe revolucionario que participó en la demostración.


*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino