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paro general II

Como si fuera una tragedia griega

En la tragedia, según lo consignó Aristóteles, el protagonista siempre se enfrenta a un conflicto sublime a causa de alguna forma de hybris, de exceso cometido.

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En la tragedia, según lo consignó Aristóteles, el protagonista siempre se enfrenta a un conflicto sublime a causa de alguna forma de hybris, de exceso cometido. Los dioses lo condenan a sufrir por su error.

Los argentinos sabemos mucho de excesos. De fiestas que pagamos todos, de remedios que sólo mejoran a los que están sanos, de hacer la vista gorda y de hacer la vista flaca. En definitiva, sabemos mucho del sufrimiento por los errores cometidos.

Desde el a medias fallido comienzo de las clases el 6 de marzo, venimos asistiendo a una disputa dialéctica entre dos grupos antagonistas que representan, tal vez mejor que nunca, la grieta que supimos conseguir. El mismo 6, el 7, y el 8 –con alusión ¿casual? al programa emblema de la TV Pública en la pasada administración–, un lado de la grieta salió a manifestar su descontento. (Seamos justos: el 8 de marzo, Día de la Mujer, no tuvo una categórica orientación política en estos términos: al igual que el 24 de marzo, Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el 8M no debería ser absorbido por ningún espacio militante). El 1º de abril, por su parte, el otro lado de la grieta se congregó para dejar registro de su oposición a las manifestaciones anteriores.

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Me parece relevante recordar que el prólogo de estas demostraciones –el origen de la hybris– es diverso según sea el lado que se adopte para definir el propio posicionamiento. Tan diverso como es diversa su descripción del escenario actual. Para los unos, el prólogo son los 14 o 14 meses de gobierno macrista. Para los otros, en cambio, son los 12 años –tal vez menos, convengamos, si se descuenta el período de clara bonanza– de gobierno kirchnerista.

Pero lo más sugestivo de estos episodios, como los llamaría Aristóteles, han sido las referencias discursivas. Y es que el contrapunto dialogal –el agón para los griegos– se ha dado como un juego de espejos contradictorios. “Vamos a volver” se oía en las primeras marchas, de boca de los oficialistas del pasado. “No vuelven más” –se oyó en la última, de boca de los oficialistas del presente.

Mientras tanto, el orden coral resultó encarnado por los medios, tanto masivos como sociales. Comentando, reproduciendo, reverberando u opinando, las tapas de los diarios y los noticieros o Facebook, Twitter e Instagram acompañaron esos cantos sin ninguna neutralidad. (O se está de un lado de la grieta o se está del otro. Si alguien pretende estar en el medio, la propia grieta lo fagocita: le pegan de los dos lados).

La novedad, con todo, que instaló el paro del jueves 6 de abril fue la simultaneidad de la “marcha” y de su “contramarcha”, no necesariamente callejeras y sí abiertamente discursivas. Porque si las manifestaciones anteriores se habían sucedido una a las otras, éstas se dieron al mismo tiempo. #YoParo y #YoNoParo fueron las consignas que, en polifonía discordante, se levantaron como banderas por distintos medios. Y los discursos previos que se elevaron agresivos en franca confrontación, aunque después se pidieran disculpas o se esgrimieran tibias justificaciones, no hicieron más que echar leña al fuego. O drama a la escena. Los ánimos –todos– están caldeados. La ciudadanía –toda– se está expresando. Los actores –los argentinos– queremos actuar. Y parece que andamos rechazando a los voceros.

Más allá de líderes y dirigentes –que los hay, claro está–, los verdaderos protagonistas de esta obra son los dos colectivos que reúnen, allende las urnas y la democracia representativa, a los ciudadanos, que adherimos a una o a otra perspectiva. La pregunta pendiente es cómo será el éxodo, el momento final de la tragedia, en el que el héroe –uno de esos dos colectivos– reconozca el error y todos los argentinos, por fin, tengamos que aprender la moraleja. O –ojalá que no– terminemos no aprendiendo nada.


*Doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.