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Chetos espirituales

Tras retiros reflexivos, asoman pruebas que desatan el karma. Ganancias, la oposición, las elecciones que vienen y una realidad poco meditada.

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El cuarto es amplio y está totalmente despejado. Apenas unos almohadones, donde estamos sentados, con las piernas cruzadas, Carla, mi asesora de imagen, y yo. Estamos en silencio. De pie, Almendra, la instructora de yoga, nos pide que respiremos profundamente mientras prende un sahumerio. Afuera, sobre los árboles florecidos, los pajaritos cantan y la llanura pampeana se extiende hasta mezclarse con un cielo celeste, despejadísimo, bajo un sol que se eleva y lo ilumina todo.

—Muy bien, ahora tomamos nuestras manos y nos abrazamos a la altura del pecho –comienza Almendra–. Cerramos los ojos y tratamos de poner la mente en blanco, dejamos de lado los pensamientos, nos relajamos…

—¿Cómo voy a relajarme si tengo que escribir mi columna política en PERFIL? –le pregunto a Carla, en un susurro.

—Shhh –responde Carla, también en un susurro, haciéndome callar–. Hacé lo que te dice la instructora de yoga. Necesitás renovar la energía, estás muy cargado.

—¿Y vos decís que por eso necesitamos venir hasta el medio del campo para hacer yoga?

Almendra prende un pedazo de madera de palo santo y comienza a pasarnos el humo por alrededor de nuestros cuerpos.

—Les pido por favor que se queden en silencio –dice con una dulzura que no se condice con la orden que nos está dando–. Esto les va a armonizar los chacras.

Carla y yo cerramos los ojos y nos quedamos en silencio un rato. Almendra se aleja hasta un mueble donde hay un equipo de audio y pone música hindú.

—Esto es ridículo –insisto, susurrando, aunque ahora en un tono un poco más enfático.

—Haceme caso, necesitás liberar tensiones –dice Carla.

—¡Necesito escribir mi columna! –digo, esta vez algo más alto, tanto que Almendra se da vuelta.

—Les pido por favor que hagan silencio –dice la instructora de yoga sin perder su tono de instructora de yoga.

Otro momento de silencio. Hasta que Carla habla.

—Vos no entendés nada –dice.

—¿Qué es lo que no entiendo? –susurro.

—¿No te das cuenta que para entender la política argentina actual es necesario tomarse un retiro espiritual?

—Sigo sin entender.

—A ver si te das cuenta. Al Gobierno hay dos cosas que lo mantienen firme: una es el retiro espiritual, que los hace tener la cara suficientemente de piedra como para contradecirse con cada una de las promesas que hicieron en campaña.

—¿Y la otra?

—Cristina y el kirchnerismo, obvio.

—¿La grieta? ¿Vos decís que sigue la grieta? –pregunto.

—¡Por supuesto! –responde Carla–. Pero hoy la grieta es entre quienes impulsan la anulación del impuesto a las Ganancias a los trabajadores pero no hicieron nada por anularlo cuando fueron gobierno, y quienes dijeron en campaña que iban a anular el impuesto a las Ganancias a los trabajadores pero cuando llegaron al gobierno dijeron que eso era “inviable”.

—¡Silencio, por favor! –dice Almendra, elevando el volumen de la voz. No grita, pero está algo más enfática y parece comenzar a ponerse molesta.

Carla y yo nos callamos y cerramos los ojos.

—Les recuerdo que estamos en un retiro espiritual –insiste Almendra, que parece retomar la calma–. Pensemos ahora en una sensación placentera, en un lugar soñado, en una cosa blanca, hermosa, pura.

—¿Está hablando de drogas? –le pregunto a Carla, en un susurro.

—No, gil, se refiere a la familia de Macri –responde Carla–. ¿O no la escuchaste a Pamela David?

—¡Ah!, ¿es por la familia? Lástima, porque mi familia es gris, fea y mal cortada.

—¡Tampoco te hagas la víctima, ¡eh!

—¡Silencio por favor! –dice Almendra, que cada vez levanta más la voz–. Me pidieron un poco de calma, me pidieron renovar la energía, me pidieron salir un poco de la vorágine cotidiana para poder ver las cosas desde otro lugar. Pero si no colaboran, yo no puedo hacer nada.

—Perdón, es que tengo que terminar mi columna política y necesito una información –me disculpo.

—¿Qué información? –pregunta Almendra.

—Necesito saber si la ley de impuesto a las Ganancias va a pasar la votación en el Senado. Y, si pasa, me gustaría averiguar si Macri la va a vetar. Además, me gustaría saber si el hecho de que toda la oposición se haya juntado es algo que perjudica o beneficia al Gobierno de cara a las elecciones del año que viene. Porque este 2017 que arranca pronto es un año electoral. Y ya empiezan a definirse las candidaturas para unos comicios que son clave para el futuro del Gobierno. ¿Y qué pasa con las internas, ¡eh!? ¿Qué va a hacer Lousteau? ¿Y Carrió, que se fue a Estados Unidos? ¿Ella también hace retiro espiritual? ¿Y Stolbizer? ¿Qué va a hacer? ¿Va a ir con Massa? ¿Y mi mujer? ¿Cómo va a ser mi año electoral en plena campaña? No es fácil para la pareja atravesar una campaña. ¿Qué va a pasar, ¡eh!?

Almendra se queda atónita, mirándome, con un sahumerio en una mano y un encendedor descartable en la otra. El silencio sólo es interrumpido por el viento leve que agita las hojas de los árboles y los pajaritos que cantan. A mi lado, Carla también me mira sin entender nada, en completo silencio. Almendra va hacia la ventana, mira al cielo, piensa un rato, respira profundo.

—¿Pero vos sos pelotudo? –me dice y me mira, mientras va levantando el tono de voz–.

—¿Para qué mierda me llamaron si no querían hacer un carajo de las cosas que yo les propongo?

—Perdón, ahora hacemos los ejercicios, pasa que tengo que escribir mi…

—¡¿Y a mí qué mierda me importa, imbécil?! –Almendra ahora habla a los gritos, completamente fuera de sí–. ¡Soy instructora de yoga, pedazo de forro! ¡No entiendo nada de política y me cago en lo que les pasa a vos, a tu mujer y a tu vida del orto!

—Disculpame, es que…

—¡Disculpame nada! –grita Almendra, dándole una patada a los sahumerios y tirando el palo santo encendido contra una pared.

—Bueno, no te pongas así –digo–. Seguramente estés pasando por un momento complicado y…

—¡Yo me voy a la mierda! –grita Almendra–. ¡Y más vale que me paguen por todo el retiro espiritual, como habíamos quedado, o les meto flor de juicio!

—O sea que no te puedo pedir qué puntaje le pondrías al primer año de gobierno de Mac…

Pero antes de que llegue a completar la frase, Almendra da un portazo y enseguida se escucha que pone el coche en marcha y se va, dejándonos a Carla y a mí solos, en esa habitación en medio del campo, sentados con las piernas cruzadas sobre unos almohadones, escuchando el canto de los pajaritos.

—Me parece que no entiendo nada de retiros espirituales –digo.

—Me parece que no entendés nada de política –responde Carla.

—Lo que sí me queda claro es que los retiros espirituales son cosa de chetos –agrego.

—No te preocupes –concluye Carla–. Por el momento, parece que la política también.