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Cambiemos y su fobia a la historia

¿Qué animal del zoológico político es Cambiemos? Aún siendo nuevo, ¿de qué especies políticas anteriores evolucionó?

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El presidente Pinedo: le pasa la banda a Macri. | cedoc

“Ninguna sociedad que olvide el arte de formularse preguntas o que permita que este arte caiga en desuso puede anhelar encontrar respuestas a los problemas que la inquietan, naturalmente no antes de que sea demasiado tarde y que las respuestas, aunque correctas, se hayan vuelto irrelevantes”.

(Zygmunt Bauman, En busca de la política)


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¿Qué animal del zoológico político es Cambiemos? Aún siendo nuevo, ¿de qué especies políticas anteriores evolucionó? Son preguntas aún no suficientemente respondidas quizá por la velocidad con que se produjo la emergencia de un Cambiemos imbatible en las urnas y la pérdida de competencia electoral del peronismo. Dos fenómenos impensados a comienzos de 2015, cuando Macri estaba tercero en intención de voto, detrás de Massa y Scioli.

En la serie de largos reportajes de este semestre electoral, recurrentemente traté de que los entrevistados de Cambiemos pusieran en contexto histórico su partido. Con excepciones, en general percibí incomodidad al tener que referirse al pasado. Al igual que con los derechos humanos, creen que la historia es un punto fuerte del kirchnerismo y se inhiben, cuando deberían hacer lo mismo que con el asistencialismo social, que también era una bandera kirchnerista y Cambiemos la sumó.

Un síntoma de fobia con la historia de Cambiemos son los billetes con animales en lugar de próceres y hechos históricos. Como si temieran ser asociados con una línea histórica que tuvo su momento de gloria cuando el voto no era universal, a fin del siglo XIX y principios del XX, con el Partido Autonomista Nacional, con Julio A. Roca como principal exponente, que ganó todas las elecciones durante 42 años hasta la aplicación del voto universal, en 1916, y volvió al poder después del golpe de Uriburu a Yrigoyen y las elecciones fraudulentas que le dieron el nombre de Década Infame a esa época, para después del surgimiento del peronismo perder las posibilidades de ganar elecciones por sí y aparecer aportando cuadros en alianzas con partes del radicalismo en los 60 y el menemismo en los 90.

Cierta subpolítica que padece Cambiemos se sintomatiza en temas tabú que deja al kirchnerismo

El entrevistado del reportaje largo de esta edición, Federico Pinedo, encarna en su familia la historia de esta parte de la Argentina como nadie, con su abuelo tres veces ministro de Economía en la crisis del 30, luego durante la Segunda Guerra Mundial y al renunciar Frondizi. Y su bisabuelo intendente de la ciudad de Buenos Aires en su época de despegue europeizador, teniendo a su cargo la apertura de la Avenida de Mayo, en 1894.

Pinedo habla de los “conservadores progresistas” que modernizaron el país promoviendo el primer ciclo de movilidad social ascendente en la época del Partido Autonomista Nacional de su bisabuelo, y del “socialismo capitalista” de su abuelo con el Partido Socialista Independiente, que se escindió del Socialismo de Juan B. Justo. Aunque lingüísticamente resulte un oxímoron ser “conservador progresista” o “socialista capitalista”, esa mezcla declamativa se parece bastante a como se expresa sobre sí mismo hoy Cambiemos, aspirando simultáneamente a la productividad del capital y la justicia social, asumiéndose desarrollista y poniéndose como meta bajar la pobreza.

Obviamente, las declamaciones pueden ser solo retórica electoral (Duran Barba llega a sostener sin ponerse colorado que “Macri es la nueva izquierda”) y entre los dichos y los hechos habrá mucho camino por recorrer pero es imprescindible, como sostiene Bauman, hacerse preguntas todo el tiempo para entender los cambios.

Para Pinedo, el peronismo perdió competitividad electoral porque dejó de promover movilidad social ascendente al asistir al 30% de la población en estado de pobreza pero sin poder ofrecerle algo superador, como sí pudo hacer Perón a mediados de siglo pasado.

Otro rasgo ordenador de la taxonomía política argentina podría estar en la clasificación de modernizador. Los “conservadores progresistas” de la Generación del 80 del Partido Autonomista Nacional o los desarrollistas de la Unión Cívica Radical Intransigente de Frondizi se asumían como modernizadores, lo mismo que viene a proponer Macri con Cambiemos. Y la modernización siempre está ligada a lo global porque el retraso que vendría a subsanar es relativo al de los países que se modernizaron y lideran el contexto internacional. Por eso, los criticó durante décadas llamándolos cipayos o extranjerizantes la otra parte de la Argentina, que priorizó el igualitarismo, como Yrigoyen y Perón.

Un déficit de relato une derechos humanos con historia por temor a quedar pegados a los malos del pasado

El atractivo electoral de la modernización no es permanente y no es casual que haya surgido con mucha fuerza a fin del sigo XIX, cuando una ola de inventos, desde la electricidad hasta el ferrocarril y el telégrafo, cambiaron el mundo, y pueda volver a ser atractiva en la era digital creando la expectativa de que lo nuevo sea la dínamo de otro ciclo de movilidad social ascendente. Independientemente de que Cambiemos pueda fracasar en ese futuro, resulta una promesa verosímil en el presente para quienes sienten el estancamiento.

En su libro póstumo: Modernización y globalización, Bauman se refiere al carácter irreversible de interdependencia planetaria alcanzado y duda de que el modelo Estado-nación tenga alguna oportunidad de resurgir: “Aquel poder del Estado se desvaneció”, y probablemente en el mundo actual ni Perón ni Yrigoyen podrían lograr movilidad social ascendente duradera utilizando las mismas herramientas.

Tanto a Perón como a Yrigoyen se los derrocó con golpes de Estado, y Cambiemos logró por primera vez desalojar a un gobierno distribucionista en las urnas. Otro gran sociólogo, Pierre Bourdieu, definió a la sociedad moderna como la sociedad de la seducción, en oposición a la anterior, que controlaba por vía de la coerción y la represión. Cambiemos es también una forma de “aprendamos” para los sectores antiperonistas y antipersonalistas en la época de Yrigoyen: para mantenerse en el poder, no alcanza con la fuerza y tendrán que seducir.