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lavagna y el macrismo

Alguien sabe

Nadie sabe, es así. Ahora que el año comienza a cerrarse, el tiempo se ejecuta como movimiento de incertidumbre, como frontera que se desplaza hacia los tiempos que nunca terminan de llegar y en eso gasta tiempo el Gobierno, mientras lo absorbe con voracidad interesada cualquier cosa que haga quien asuma el rol opositor.

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Nadie sabe, es así. Ahora que el año comienza a cerrarse, el tiempo se ejecuta como movimiento de incertidumbre, como frontera que se desplaza hacia los tiempos que nunca terminan de llegar y en eso gasta tiempo el Gobierno, mientras lo absorbe con voracidad interesada cualquier cosa que haga quien asuma el rol opositor.

La vicepresidenta no sabe las reglas de votación en el Senado, y ya va más de una vez. Llamado a votaciones que no corresponden, intento de opinar en medio de una sesión cuando no se lo permite el reglamento, y jugar a desempatar cuando debe llamar de nuevo a votación. La letra de Gilda sin errores, perfecta, y los inversionistas que esperan a ver qué pasa porque no saben cómo sigue esto. En las señales, en estos gestos, se escapa el rostro de la duda que estira la esperanza hasta un límite siempre un poco más corto.

Roberto Lavagna es un hombre de otro tiempo y se anima a señalar el futuro con detalles. Allí, en el horizonte, dice que esto “indefectiblemente en algún punto termina en una situación de colapso”. Da detalles técnicos y se mueve desde la imagen fotográfica y entusiasta del timbreo, hacia la enumeración de evidencias: endeudamiento, pérdida del poder del salario, dólar atrasado y tasas de interés altísimas. Cuando a Prat-Gay le toca responderle hace una repetición seriada de ochos “no sé” parecida a la reacción de Macri sobre los Panamá Papers. El gobierno nacional ha hecho un recorrido importante para dar visibilidad a datos antes ocultos, en donde los niveles de pobreza son el mayor estandarte, pero cierta relación con el mundo real es conflictiva. Cuando los cuestionamientos no tienen posibilidad de compararse con el kirchnerismo, los argumentos se sienten incómodos.

No escapa esto a la época en que sobrevivimos todos. Antes las teorías sabían del futuro y simulaban ser precisas, y con el marxismo tenemos un ejemplo perfecto. Las leyes de la historia marcaban el camino hacia el colapso del capitalismo y la llegada del fantástico socialismo porque en su estructura dormían los elementos de su siguiente etapa. No hay socialismo sin capitalismo. En esos esquemas de largo plazo, los individuos no eran tan relevantes, eran sujetos genéricos revolucionarios, metidos en la ejecución de leyes que los excedían. Sin embargo, ese proyecto de futuro enmarcaba al sujeto en una acción con sentido, sentían que sí sabían. Ahora Macri dice que todo depende de nosotros, de nuestra voluntad, de la decisión del hombre y mujer común. Si queremos, podemos. Y ahí están los inversionistas, los argentinos y todos, viendo si pueden de verdad.

Hasta hace alguna semanas Cambiemos habría descollado en su de-sempeño parlamentario. Opuesto a lo que se suponía sería la supremacía del tecnicismo de los nuevos funcionarios, sabrían al final más de esto que de lo otro. En realidad, ha sido el massismo el que le ha entregado un éxito prestado por un tiempo y con algunas señales que deben seguirse. No pudo avanzar un proyecto de contratos de públicos con privados y acaba de desestimarse la posibilidad de boleta única electrónica. En el escenario electoral, el comportamiento parlamentario opositor puede ser feroz y lo que parece saberse, colapsar rápidamente.

La administración Macri le propone a la ciudadanía un futuro poco específico, algo que no permite de manera sólida saber sobre las cosas. Tuvo su momento terrenal con la ilusión del lema “segundo semestre”, que permitía un punto fijo al que seguir, pero que ya ha quedado destrozado por las evidencias que continúan desarmando las esperanzas. Las elecciones del próximo año se muestran con la necesidad de competir ya sobre episodios concretos, con una economía mejor, una inflación más controlada y una preocupación frente al empleo que disminuya. Y es que no se sabe si se llega a eso.

Es interesante porque Macri habla de confianza. Ese tema del que la sociología se ha ocupado con cierta frecuencia, se describe como poco específica, presente en todas nuestras acciones, pero invisible. Es más famosa su negación, la desconfianza, porque se vivencia más fácil, es más clara, se siente en los cuerpos. Algo de esto explica ese tiempo de la reactivación que nunca llega. Los cuerpos de todos los actores ejecutan una quietud activa porque todavía no saben en qué momento se pasa del “gildismo” al “macrismo” activo. Debe estar por suceder.


* Sociólogo. Director de Quiddity Argentina.