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IMAGEN POLITICA

Algo más que una renovación se busca

El año que nos deja nos introdujo en un nuevo contexto, plagado de referencias que nos transportan en un sentido diferente al que veníamos transitando.

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El año que nos deja nos introdujo en un nuevo contexto, plagado de referencias que nos transportan en un sentido diferente al que veníamos transitando. Por un lado, y a partir de las demandas de la población hechas crisis en 2001, por fin llegó un partido político nuevo al poder. En segundo lugar, al mismo tiempo, los tradicionales PJ y UCR se fragmentan impulsados por su propia estructura pulpo, probablemente eficiente y razonable en otro tipo de alternancia, con el partido militar de por medio pero insostenible en el nuevo contexto. La comprensión de las vetas que todo esto va delineando en la corteza de la opinión pública no queda revelada para algunos, y su falta de lectura daña. Propuestas, discursos, alianzas que no anclen en su lógica no anclarán en nada porque no quedan asociados a los motores que hoy impulsan la opinión.  

La imagen de Macri sostiene, por su novedad, una expectativa paciente, porque la gente quiso y quiere caras nuevas. Pero dentro de su positividad anida algo no menor, y vinculado a ello, que es la adjudicación de la mayoría de sus problemas a 12 largos años peronistas que sucedieron a otros 10 largos años peronistas también.

Durante casi un cuarto de siglo, ese espacio político tuvo la gran oportunidad de desplegar su históricamente interrumpido y proscripto encanto. Durante todos esos años  pudieron demostrar aquello de lo que son capaces en el manejo de la cuestión pública y escribir una parte de la historia tanto con la mano derecha como con la izquierda, ofreciéndonos una paleta completa de los matices que permite su generosa doctrina.

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La extensa administración del país por parte del PJ, muchas veces analizado bajo la categoría de “partido único”, redundó en una fuerte descapitalización reputacional. La continuidad democrática y su control del poder lo despojaron de varios elementos de identidad de peso asociados tanto a aspectos emocionales como a racionales en términos de construcción de imagen. Uno de los primeros atributos perdidos es el de la victimización, rasgo constitutivo y exacerbado en contextos muy intervenidos por gobiernos autoritarios. El PJ, después de ostentar el poder durante tantos años, ha perdido la capacidad de victimizarse. Este hecho articuló con una segunda pérdida, también de un atributo constitutivo, que es la épica y que convertía a cualquier crítico de la doctrina peronista muy rápidamente en algo lleno de atributos desagradables. Era víctima y salvador de la derecha, de los opresores, de la oligarquía, etc. Representaba su único contrario. El PJ, entonces, debía sus atributos más sólidos, por ser los emotivos, a una historia plagada de arbitrariedades. Hoy, cerca de concluir el primer quinto del siglo 21 y comprobado que todos los actores políticos se encuentran sometidos a las mismas reglas de juego, la crítica al peronismo florece no sólo en bibliografía para unos pocos sino también en programas de televisión con alto impacto. La barrera que significó, dentro de su discurso, la construcción de enemigos del pueblo que impiden el triunfo popular ya no resulta tan fácil de armar y poco a poco esos importantes atributos, víctima/héroe, se van diluyendo. A eso se suma que, tras lidiar 25 años con el poder, tampoco cuenta con muchas posibilidades de exhibir grandes contribuciones objetivas. Durante el menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo el país no progresó, la gente no se encuentra frente a la posibilidad de desarrollar mejores actividades ni goza de mejores servicios públicos. Es así, entonces, que se suman a la pérdida de atributos simbólicos las asociadas al orden de lo pragmático y racional. El PJ ya no representa un sueño ni logró grandes cosas. Sin dudas, este terremoto identitario, que parece arrastrar a la mayoría de sus actuales dirigentes, requiere algo más que una segunda renovación para recomponerse.


*Politóloga.