COLUMNISTAS
Cocina

A bordo del arca

Compré un viejo libro de recetas para enfermos del pulmón. A mí no me pasa nada en los pulmones, toco madera cruz diablo vade retro.

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

Compré un viejo libro de recetas para enfermos del pulmón. A mí no me pasa nada en los pulmones, toco madera cruz diablo vade retro. Pero me encantan los viejos libros de recetas, cataplasmas, sangrías y otras yerbas del mismo palo. Leerlos despierta la imaginación, créame, y busque uno y si no lo encuentra yo le presto  porque tengo varios. No, nada del otro mundo, no soy una coleccionista de primeras ediciones, ojalá lo fuera pero no me da el cuero… ni el bolsillo. Además he descubierto que leer (casi) cualquier cosa despierta la imaginación. Pruebe, estimado señor, pruebe y va a ver que tengo razón. Hace poco leí, bueno… no lo leí del todo, pero lo repasé eligiendo una página aquí y otra allá y otra más allá, un viejo libro sobre cómo construir un arca para el caso de que, en fin, veamos, tal vez, quién sabe, un día de estos se desencadene el Diluvio, pero que por favor nos dé tiempo a salir remando hacia, hacia, no sé hacia dónde pero hacia algún lugarcito alto y seco, por favor. Imagínese, nos vendría muy bien tener lista el arca, ¿no le parece? Eso sí, nada de andar salvando animalejos desagradables, con cuidado. Gatos sí, desde ya, que yo amo los gatos. Perros también, que los amo menos pero lo suficiente. Y después, lo que venga: elefantes, tortugas, caballos, carpinchos, leones, serpientes si no hay más remedio, burros simpáticos, monos no muy grandes ni muy feroces, tigres que son tan decorativos y así de seguido que el mundo es ancho y no sé si ajeno o mejor de todos los seres que lo vivimos, caramba.

Y ya que estaba, planifiqué con cierto detalle la vida diaria a bordo del arca. Hasta le elegí un nombre. Un nombre sonoro y evocador de aventuras, ah, no, no me pida que se lo cuente, a ver si nos quedamos sin arca, cosa que sería bastante incómoda y tal vez mortal. Usted vio, a esas cosas mejor no menearlas. Guardémoslas, sobre todo los nombres de lo que todavía no existe y ya veremos si llega a existir. Eso sí, mi arca (usted verá que puse “mi” arca pero también es la suya y espero que la de mucha muchísima gente) es ancha y generosa. Lo que sí le puedo asegurar es que, según mis imaginaciones, a bordo del arca nos la vamos a pasar magníficamente. Hay mucho trabajo cuando una huye del diluvio, por supuesto. Canto la cocina. Usted puede ocuparse de las cubiertas y mis hijos de las bodegas. Yo me voy a los fogones y me dedico a las milanesas con papas fritas y las tortas de chocolate, y les doy los mejores bocados a quienes mejor se hayan portado. Así que nada de andar pensando que es un viaje de placer. Atención: es un viaje de trabajo, mucho trabajo. Sí, ya sé, ya se me ocurrió: tal vez haga rato, mucho rato, que estamos a bordo del arca. Usted saque sus conclusiones. Y trate de portarse bien. Tarea difícil, ya lo sé. A mí me cuesta, le confieso.