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Apuntes en viaje

20 mil leguas de sueño submarino

Nadie puede negar que la desaparición del submarino tuvo repercusiones en el inconsciente colectivo y que las teorías conspirativas están a pedir de boca.

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20 mil leguas de sueño submarino. | toledo

Como la mayoría de las personas, nunca estuve en un submarino, y todo lo que sé en realidad proviene de Julio Verne y las narraciones bélicas de la Segunda Guerra. El submarino, por ende, en mi imaginación, es un vehículo del pasado. Parte de la literatura fantástica hecha realidad y, desde la Segunda Guerra, un animal que creía en extinción pero que por alguna razón –probablemente espionaje– las fuerzas armadas de distintos países siguen manteniendo en vida.

Trato de imaginar la expresión de los tripulantes del ARA San Juan al zarpar. Me pregunto si la expresión de las caras tiene relación con la de alguien que parte en viaje a las profundidades del Atlántico Sur o con la de alguien que se hunde en una aventura. Quizás la expresión y la predisposición hayan sido más parecidas a las de un tripulante de avión: todos en sus posiciones, listos para repetir un trayecto  o una misión, por fuera de las emociones. Hasta el día de hoy, la Armada no desclasificó información para aclarar cuál era la misión del ARA San Juan y la difundida teoría de una reparación defectuosa crea un manto de confusión.

Hoy en día las noticias diarias pueden llegar a prestidigitar los sueños. Nadie puede negar que la desaparición del submarino tuvo repercusiones en el inconsciente colectivo y que las teorías conspirativas están a pedir de boca, aunque los gobernantes carezcan de inconsciente. Acostumbrados a la caída de aviones, el hundimiento de un submarino no deja de ser un oxímoron. Un estallido bajo el mar, salvo que el submarino en cuestión sea alcanzado por un torpedo o choque con una mina submarina, parece un contrasentido para novatos como yo.

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Días atrás soñé que de visita en La Habana me invitaban a viajar en un submarino que el gobierno de Castro –todavía vivo en mi sueño– había construido en homenaje a las víctimas del ARA San Juan. El submarino temático tenía un tamaño modesto, tripulación mulata, y aunque no se desplazaba, bajaba y subía en el mar como un ascensor en torno a un eje. Desde las distintas ventanas del submarino, podía apreciarse una fauna acuática colorida. En un cartel se indicaba que la fauna había sido trasladada desde la isla privada de Castro y donada para beneficio y recreación de los niños y jóvenes cubanos y del mundo. Entre los peces exóticos, aparecía un monstruo submarino aterrador, del tamaño del ARA San Juan. Mientras yo observaba, alguien a mi lado, con acento inglés pero en castellano, me decía que no temiera, que el monstruo era una pieza mecánica diseñada por la Revolución. Pensaba que el hombre era un espía y evitaba mirarlo, pero él proseguía: en honor a la víctimas, Castro había mandado a construir una imitación del monstruo, para ridiculizar la mentalidad conservadora de su par sudamericano, ya que la primera hipótesis del presidente Macri había sido la “del monstruo submarino descarriado” y había seguido creyendo en ella hasta que los buques rusos y norteamericanos demostraron que en el Atlántico Sur no había monstruos ni extraterrestres. Cuando yo le preguntaba al supuesto espía por qué y cómo había sido hundido entonces, él desaparecía físicamente pero quedaba su voz como un rastro de humo enfrente mío: no es casualidad, dos muertos en represiones a mapuches y 44 desaparecidos, hay un pacto con el diablo que sólo se mantiene con sangre.